Anacronismos en Casa 1714

La tercera edición de los Premis Borni – en catalán borni significa tuerto, juego de palabras –  se celebra, como cada año, en el Born Centre de Cultura i de Memòria, antes Born Centre Cultural, insignia repetidamente utilizada en las últimas remesas electorales como sede de la patria, simbolizada en una enorme bandera catalana que preside la entrada comparable a la gran rojigualda que mandó poner el ex presidente Aznar en la Plaza Colón de Madrid. Hoy, sin embargo, los saltos temporales que nos ocupan no son los de las tropas borbónicas ni las batallas ilustradas en los grandes paneles del antiguo mercado del Born, sino los que suponen un error de racor temporal literario, letrado, dentro de las novelas.

Una hora antes de que empiece la ceremonia de entrega de los premios, el auditorio ya está en marcha. La gala irá más o menos así: varios escritores que sacan novela en Sant Jordi leerán fragmentos de sus libros ante el público. El público tiene un reto durante esta parte: adivinar en qué año se sitúan cada una de las historias. Después, tendrán que imaginar una media aritmética entre todos estos años y apostar por un número en concreto. Quien acierte este cronograma se lleva un lote de libros de estos autores. Después, se entregará el tercer Premi Borni, que galardona al lector capaz de encontrar el error más flagrante, curioso o divertido en alguna novela que haya leído, siempre según el criterio del jurado.

Todo está a punto en el Born: el escenario está bonito, bien decorado, con libros, un sillón y un atril. La pantalla gigante funciona por mando a distancia y está manipulada por un grupo de personas desde una cabina en el piso superior. Unas diez personas trabajan perfeccionando la luz, probando los vídeos que entrarán en la pantalla- que han dado algún disgusto de última hora - y apurando detalles de última hora.  Màrius Serra, presentador de la gala, lleva un par de horas haciendo pruebas de sonido y repasos de guión. Va vestido con la indumentaria que le caracteriza durante la promoción de su última novela, Res no és perfecte a Hawaii: una camisa hawaiana llamativa pero con loros caribeños, loros que no viven en Hawai. Al terminar el acto habrá cerveza gratuita para todos - Moritz evidentemente, estamos en el Born - y los lectores podrán acercarse a sus ídolos y pedir una foto o un libro firmado. También hay una parada en la que se podrán comprar las novelas de estos autores en promoción, que no son en ningún caso los acusados ​​de anacronismo. El más caro es Barcelona, ​​una biografia de Enric Calpena (€ 23,90), y el más barato es La primera estrella de la nit, de Nadia Ghulam y Javier Diéguez (€ 16,90).

En principio el ganador se proclama hacia las ocho de la tarde, al final de la gala, con todos los finalistas en el escenario, pero, al igual que los premios literarios, es una falsa proclama. Y en este caso sin suspense, porque una hora antes de que comience el acto llega Xavier Porta, ganador de esta tercera edición. Es entrevistado por BTV, por el equipo audiovisual del Born y también por nosotros. Lleva una americana algo anacrónica, de aquellas que seguramente tienen que guardarse con naftalina en verano, de un color a medio camino entre el gris y el marrón, y con un tacto rugoso. Viste una camisa azul y suda mucho. Se puede deducir que se ha arreglado especialmente para la ocasión. Encontró hasta seis anacronismos en La sombra del viento, la historia de Daniel Sampere escrita por el barcelonés Carlos Ruiz Zafón que ha vendido diez millones de ejemplares en todo el mundo. Remarca que no quiere ser tiquismiquis ni una mosca cojonera, simplemente había comentado uno de estos detalles - en la novela, ambientada en 1953, salen caramelos Sugus, y los Sugus llegaron a España en 1961, por ejemplo - con unos amigos y le propusieron presentarse al premio. Ya que lo hacía, lo hizo bien, releyó la novela y encontró hasta seis anacronismos semejantes, como cuando el autor habla de la estación de metro de Hospital Clínic, que fue inaugurada en 1969. Él cree que la novela es fantástica, y estuvo encantado de releerla.

A las siete empieza a entrar gente. Las tres primeras personas que entran tienen edad de estar jubiladas. Las cinco siguientes, también. Las cinco siguientes, también. Una niña de siete años que viene con sus padres, más jóvenes que los jubilados de antes, equilibra la media de edad. ¿Es ella la que ha saltado el racor de tiempo? Albert - el fotógrafo - me señala un chico joven, pero es en Javier Diéguez, uno de los escritores que saca libro y que participa del acto. No vale. Al final del auditorio se llenará con 98 personas según dice Xavi, el encargado de contar la gente con un pulsador de aquellos que llevan los porteros de discoteca. Reconoce que no sabe si ha contado como espectadores algunos de los escritores o los periodistas que han venido a cubrir el acto. Normalmente trabaja los fines de semana, pero hoy por la mañana la han llamado, y aquí está. No sabe nada de los Premis Borni, pero sí conoce Màrius Serra y hace sus crucigramas en La Vanguardia, si lo llega a saber habría llevado un ejemplar de Verbalia para que se lo firmara. Mientras habla conmigo, uno de sus compañeros le coge el pulsador y el sube hasta 114. "¿Qué haces?", Le dice Xavi. "Son todos los que han pasado mientras no estabas atento", le responde el compañero en tono seco.

Minutos antes de que comience la gala, Albert y servidor presenciamos el alma perversa de los jugadores en acción. Para ganar el lote de libros que se dará a quien acierte la media de años donde se sitúan las historias, hay varias personas haciendo ver que se interesan por los libros que hay en venta en la parada y que realmente lo que buscan es el año donde sucede la trama. Una señora con gafas azules, camisa azul y un chal lila no disimula nada y lo apunta en la hoja amarilla que la organización ha facilitado a los asistentes. ¿Alguien impugnará o se saldrá con la suya?

La gala transcurre tal y como estaba previsto, los autores suben al escenario y leen sus fragmentos, Màrius va dando paso. Víctor Amela, Silvia Alcántara, Enric Calpena, Toni Orensanz, Javier Diéguez... Van desfilando. Màrius reivindica el espíritu de los Premis Borni, que consiste en dar por una vez en la vida protagonismo al lector y hacer un ejercicio muy típico en el cine, buscar errores en las en las películas que más te conoces y más te gustan. Bajar la literatura del altar, reconocer que los escritores pueden cagarla y pasarlo bien buscando sus errores. Mientras los escritores leen, mucha gente mira el móvil. Una señora de las últimas filas con un peinado estilo Teresines no quita los ojos de la pantalla, leyendo algo largo, en vez de enviar WhatsApps como hace la mayoría del público que ha desconectado. Por curiosidad, miro el hashtag del evento, # PremisBorni2016, pero sólo hay tuits corporativos del equipo del BCCM y uno de Carme Fenoll, jefa del Servicio de Bibliotecas de Cataluña, miembro del jurado del premio y asistente al acto. La elevada media de edad debe de tener algo que ver.

Cuando terminan las lecturas llega la hora de anunciar los ganadores, primero los del cronograma, el concurso para ver quién situaba mejor las novelas en el tiempo. La señora con peinado de Teresina, que se llama Mari Sol Sánchez, se lleva el premio porque ha apostado al número ganador, el 1777. Ella dice que ha sido porque ha pensado en Verba7, la aplicación de enigmas donde ganan el séptimo, el setenta y séptimo y el setecientos setenta y séptimo (ni puta idea de com traduir-ho…). Yo sigo dudando de si ha hecho tongo en toda regla con el móvil buscando los años en la Wikipedia. La señora de las gafas azules que hacía trampas sin disimular antes de empezar no ha hecho bien la media y se lo ha comido con patatas. Seguimos con los premios. En el escenario hay repicar de tambores, un repicar fingido, porque es para la entrega del Premi Borni, que Xavier Porta ya sabe que ha ganado, el presentador de la gala también y todos los miembros del jurado que hay encima del escenario también. Cuando escucha su nombre, Xavier hace un gesto de alegría perfectamente meditado, bastante creíble pero totalmente fingido. Se acerca al atril pero alega que hablar no es lo suyo, y asegura que se volverá a presentar el próximo año.

El acto termina con cerveza, firmas de libros y selfies con los escritores. Xavier Porta ha ganado y ha disimulado, los lectores esta vez han podido subir al escenario, los escritores han puesto una crucecita más a su gira promocional de Sant Jordi y el público ha asistido a una especie de recital literario relleno de erratas novelescas y aliñado con un premio en forma de libros. Afuera ya es de noche, y la gran bandera de la entrada sigue impasible, presidiendo el memorial de 1714, hoy casa de anacronismos, lectores y algún que otro tiquismiquis.

Texto: Oriol Soler

Fotografías: Albert Gomis

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