El room escape y la fase de flujo

Álex ya nos ha ofrecido y servido los cafés, nos ha hecho guardar las mochilas y las chaquetas en la taquilla y, de repente, cambia el tono de voz. Gestualitza más con las manos, se nota que ha explicado la historia y las normas un montón de veces, es una puesta en escena. Ya nos habla como prisioneros.

Margot, de repente, interrumpe su discurso, se gira hacia el ordenador, toca el Spotify y cambia la música ambiente. Va al perchero que tiene justo detrás y coge un sombrero. Se lo pone. Ya ha terminado el protocolo de bienvenida, ya no juega el rol de empleada de Roomin. Ya nos habla de la familia Gambino y sus crímenes.

Alex y Margot cambian, entran en el papel, introducen la historia. Pero tú eres el mismo, no tienes sombreros, ni te sabes las normas de memoria, de hecho lo que te da miedo es olvidar alguna y montar un follón. Te encierran en una habitación, tienes una hora para encontrar la manera de salir y no hay cárceles o familias Gambino que valgan, deberás salir siendo tú mismo y apoyándote en los que tengas a tu alrededor. Bienvenido al room escape.

Los orígenes del room escape no sólo tienen que ver con la mezcla entre los juegos de rol y la humanización completa de los juegos de mesa - haciendo que los jugadores no estén representados en un tablero con alguna figura sino que la figura sean ellos mismos, y que el tablero sea una sala real - sino que también tiene mucho que ver con la psicología. En 1990 el psicólogo húngaro Mihaly Csikszentmihalyi culminaba años de investigación con el libro Fluir: la psicología de la experiencia óptima. Esta teoría pretendía "describir los aspectos positivos de la experiencia humana: la alegría, la creatividad y el proceso de involucración total con la vida", y describe la fase de flujo como el momento culminante de la creatividad humana, donde los sentidos quedan secuestrados por una entidad superior y se vive una experiencia óptima en la que el tiempo pasa volando. La idea es que exista un equilibrio entre las dificultades del reto asignado al individuo (o grupo de individuos) y sus habilidades para llevar a cabo este reto. El room escape pivota sobre esta teoría de fluir del doctor Csikszentmihalyi, que también remarca que si la tarea es demasiado sencilla el aburrimiento impedirá que el individuo llegue a la fase de flujo, y que si es demasiado complicada la ansiedad obrará de manera idéntica.

"Es una actividad perfecta para disfrutar con amigos, te propone un reto personal a nivel intelectual". Luis Marto ya ha hecho 9 room escapes en diferentes partes de Barcelona. Lo que más le gusta es la sensación de resolver cualquier pequeño enigma durante el juego y ver cómo esto te ayuda a ir avanzando, y asegura que los mejores son los que te hacen interactuar con diversos objetos del escenario a la vez. Luis se suele juntar con el mismo grupo de amigos y han ido jugando en ruta por las diferentes salas. En este caso, es tan importante el reto como los compañeros de aventura. Carles Alqueza, que ya lleva tres experiencias con Luis, lo tiene claro: "yendo con amigos con los que te entiendes, sabes que un relacionará cosas que tú no ves, que otro estará apuntando datos importantes, que entre dos solucionarán un enigma mientras tú estás pendiente de otras cosas... En definitiva, que cada uno adopta un rol no preestablecido que hace que como grupo funcione todo bien ".

Iñaki, creador de Roomin, explica que a menudo estos roles se ven acentuados o son fáciles de adivinar. Los responsables de las salas que hacen la actividad tienen siempre una cámara que les permite ir siguiendo los pasos del grupo que está intentando resolver los enigmas y lanzar las pistas en el momento adecuado para no romper el equilibrio entre el trinomio reto-angustia- aburrimiento. "A veces ya ves enseguida el macho alfa de la manada", resume.

Barcelona, ​​ciudad experta en explotar los modelos de éxito, ya tiene más de 30 room escapes. A pesar de ser aún una actividad desconocida y sin un público masivo, el crecimiento sostenido de los últimos dos años es indiscutible y no parece que vaya a estabilizarse a corto plazo. La mayoría son negocios de barrio, propiedad de una o dos personas que a la vez suelen ser también trabajadores. Aunque la esencia siempre es la misma, basada en el reto y las habilidades para resolverlo, las experiencias son diversas porque las variables cambian. Una es la narrativa de la historia: familias mafiosas, prisiones, barcos piratas, crímenes irresolubles, experimentos científicos... Cada room escape tiene su propia historia, de la que deriva todo el atrezzo de las salas y el revestimiento de los enigmas. La otra es la naturaleza de los enigmas en sí, que también es variable y diversa, desde crear códigos propios a partir de los objetos hasta tener habilidades manuales para construir objetos dentro de la misma sala, solucionar puzzles, enigmas lógicos y recovecos lingüísticos. La lista sería infinita y muchas veces en un mismo room escape se combinan los enigmas, a veces al mismo tiempo. Lo que no cambia nunca es la proximidad sensorial del jugador: siempre deberá abrir con llaves, manipular palos, imanes, papeles, bolígrafos, muebles, sobres, cajas, maletas, prendas... El gran rasgo distintivo del room escape es que no bebe sólo de las ideas, sino que se basa en la propia experiencia.

Sobre la base del modelo de negocio, parece claro que entre las diferentes salas existe la necesidad de cooperar. "Es evidente que hay que cooperar para ampliar el mercado. Realmente no somos competidores, somos ‘contrapetentes’. Un cliente que salga satisfecho de otro room escape es un cliente potencial para todos nosotros, para que aquel ya no lo podrá repetir pero sí querrá repetir la experiencia ", dice Alex Gordillo, creador de Retobox, en Sant Andreu.

 Ares Batlle, que ya ha jugado varias veces con el mismo grupo que Carlos y Luis, tiene claro que la oportunidad de repetir la experiencia, sin hacer el mismo reto con los mismos enigmas es clave. Lo resume de manera clara: "es como preguntar a alguien por qué vuelve a comer un plato que le gusta mucho: pues porque le gusta; porque no es una experiencia que con una vez ya tienes suficiente".

En junio de 2015 abrió Retobox en Sant Andreu, y desde entonces el negocio ha funcionado y se ha apoyado en otros colegas de profesión. Varias salas han unido para crear un pasaporte de room escape, y los que lo tengan recibirán un pequeño obsequio una vez hayan hecho la ruta por 8 de los 9 room escapes. Son iniciativas sinérgicas que les sirven a todos, saben que se necesitan. "No necesitamos hacer un esfuerzo complementario para que pasarmos clientes unos a otros, y así nos ahorramos dinero en publicidad y podemos funcionar por el boca a boca", dice Iñaki de Roomin, uno de los pioneros en Barcelona. Cuando entra un recién llegado en este mundo, se sorprende del fair play que hay entre los diferentes room escapes y del buen rollo que destila su grupo de WhatsApp. Incluso se invitan a probar diferentes retos entre ellos para crear otros nuevos y encontrarse los puntos débiles.

Sin embargo, esta colaboración todavía no ha servido para hacer un frente común efectivo con uno de los problemas que tienen todos los propietarios: las licencias de sus locales. Cuando, hace años, se abrieron las primeras salas en Barcelona, ​​se las clasificó como salas de actividades físicas no deportivas, un equivalente a los locales donde se hace yoga o meditación. A finales de abril de 2015, el ayuntamiento cambió de idea y decidió que los room escapes serían locales de ocio, licencia que los equipara con los casinos, los bingos o los salones de juegos recreativos. Esta clasificación implica unas medidas de seguridad más caras, obliga a room escapes a estar alejados ciertos metros de las escuelas e impide que haya dos locales a menos de 200 metros de distancia.

Álex Gordillo, de Retobox, a quien el cambio de licencia pilló a punto de levantar la persiana, capitaneó una toma de contacto con el Ayuntamiento, concretamente con Cristina Polo, la responsable de técnicos del consistorio. Las conversaciones se atascaron y no hubo retorno, por lo que ahora todo el colectivo room escapista está pendiente de retomar el contacto y cerrar filas ante esta adversidad burocrática que les está suponiendo un impedimento para el crecimiento económico.

Después de este boom, está claro que el gran reto de los room escapes, problemas burocráticos aparte, será saber gestionar su crecimiento e intentar que no les sobrepase. La pasión con la que los creadores inventan nuevos retos, enigmas, historias y narraciones está fuera de duda, el público en aumento, también. Por el momento, todos los jugadores podrán vivir durante una hora en esta realidad paralela que crea personajes que son uno mismo, que pone a prueba la coordinación con los amigos o familiares y que, en su momento álgido, puede hacer llegar a quien vive la experiencia hasta la fase de flujo.

Texto: Oriol Soler

Fotografías: Adrià Calvo

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