Enrejados sin remedio

En el Espai Bota del festival DAU están de resaca. Hace media hora que ha terminado la maratón de Scrabble, en el que 25 enfermos de las letras han estado 24 horas seguidas jugando. En el momento de más baja afluencia, por la madrugada, había 32 personas jugando a la vez. En el momento con más participantes ha habido 51 personas enfrentándose a las palabras, y en total se han hecho 1.112 scrabbles. La segunda edición de este festival de juegos de mesa ha reunido también a los verbívoros insaciables, y las palabras se han hecho un hueco en medio de una muchedumbre de juegos que va desde el Juego de la Consulta hasta el Juego de Tronos de George RR Martin.

Hoy domingo ocho crucigramistas pondrán a prueba la eficacia de los que siempre se paran en la página de los pasatiempos de los periódicos. Proponen un reto que a priori parece imposible de culminar: los concursantes tienen una hora para resolver a contrarreloj el máximo de crucigramas posibles. En total hay 8 crucigramas que resolver, con lo cual sería necesario terminar uno cada siete minutos y medio para completarlos todos. Se usará un sistema de puntuación en el que se van a contar las resoluciones correctas, y cada crucigrama será corregido in situ por su autor. La empresa parece tan complicada que sólo siete valientes se presentan en el Espai Bota de Fabra i Coats de Barcelona a las 13:00, hora acordada para empezar el concurso. En la sala hay como mucho 25 personas, la mayoría concursantes, crucigramistas o familiares de alguno de los dos colectivos.

crucis-1.jpg

Los autores han escogido algunos crucigramas ya publicados y los han puesto al servicio de la causa. El ganador tendrá el honor de aparecer en todos los crucigramas de todos los periódicos el mismo día, enrejado en la parrilla. Los que proponen el reto son Màrius Serra (La Vanguardia), Pau Vidal (El País), Anna Maria Genís (Avui), Jordi Ventura (Diari Ara), Jordi Fortuny (La Vanguardia), Marc Isern (El Periódico), Jep Ferret (El Periódico) y Miquel Sesé (Avui). Precisamente Miquel Sesé ha sido el organizador de las 24 horas de Scrabble que han terminado hace pocos minutos. Admiro la dignidad con la que lleva 35 horas seguidas sin dormir. Va paseando con sus bambas Converse que tienen dibujada una retícula de crucigrama, que más tarde serán objeto de coña y admiración del resto. El tema terminará con Màrius Serra tirado por el suelo haciendo una foto a las bambas para colgarla en Instagram.

Màrius efectúa la explicación de las normas básicas del concurso (funcionamiento de la puntuación, límite de tiempo y algo más) y entre él y Oriol Comas, comisario del DAU, oficializan el comienzo del concurso. De los siete concursantes, dos han empalmado con las 24 horas de Scrabble, así que llevan al menos 25 horas consecutivas jugando. Como era previsible, los participantes se quedan absortos ante los 8 crucigramas que tienen delante, completamente aislados de su alrededor y con cara de concentración. No hay unanimidad a la hora de empezar, sólo tres de los concursantes deciden empezar por los mismos autores: Fortuny y Màrius Serra, los dos de La Vanguardia. Estar familiarizado con el estilo del autor ayuda a una resolución más rápida y efectiva, supongo. Ahora toca esperar una hora para conocer al ganador, y cambia mi foco de atención: como no puedo hacer gran cosa con los concursantes, a parte de mirarlos por encima del hombro, y es algo que da un poco de rabia, me voy con los autores de los crucigramas.

Los crucigramistas no están acostumbrados a ver cómo la gente resuelve sus crucigramas, trabajan de su escritorio al exterior, y evidentemente el exterior es inalcanzable. Ahora tienen a siete personas empeñadas en resolver los enigmas que ellos mismos han planteado, y me parece que es una sensación nueva para la mayoría de ellos. Veo que Fortuny (LV) y Ventura (Ara) se van paseando entre las mesas dispersas de los participantes y van curioseando cuál es el autor que están resolviendo, en qué definiciones se están estancando. Pau Vidal (El País) me comenta que corre un rumor por el gremio que asegura que un crucigramista aburrido recorría los transportes públicos de la ciudad buscando gente que estuviera resolviendo sus crucigramas, y una vez los encontraba los iba guiando hacia la respuesta. Fortuny, también presente, admite que alguna vez ha visto gente intentando resolver su crucigrama y ha ‘callado como un puta’. De hecho, ellos mismos pueden ser esclavos de sus propios enigmas. Pau Vidal ha estado resolviendo su propio crucigrama para luego poder corregir el que están descifrando los concursantes y no lograba conseguirlo. Supongo que es lo máximo para alguien que se dedica a hacer definiciones encriptadas: engañarse a uno mismo.

crucis-2.jpg

Oigo a Anna Maria Genís apuntando que hay más crucigramistas que participantes, y es verdad. Sólo siete personas se han aventurado al reto de descifrar las palabras encriptadas en las rejas, propuestas por ocho autores. A escasos días del centenario de la publicación del primer crucigrama de la historia (21 de diciembre de 1913) me pregunto si el hecho de que haya pocos participantes en un concurso de este tipo es un indicador fiable o no, y si el bajón del papel, aparte de ser un problema para los medios de la prensa escrita, también puede serlo de un pasatiempo con necesidades tangibles como los crucigramas, la parte del periódico que puede garabatear con legitimidad. Lo que es seguro es que los participantes más jóvenes de este reto superan los 40 años, y la media de edad puede situarse entre los 55 y los 60, siendo generoso. Desconozco si puede haber algún dato fiable sobre si la gente joven se dedica a resolver crucigramas o si sus rompecabezas ya están dentro de las pantallas con el Candy Crush o el Angry Birds.

Cinco minutos rodeado de crucigramistas son suficientes para ver que los tópicos tienen su razón de ser. Ellos manipulan las palabras, en el sentido más artesanal del término, son profesionales del juego y el enigma. Cada dos frases cuelan algún juego de palabras y ríen entre ellos, rajan un poco de alguna de las personas que merodean por el mundo de los juegos (la mayoría se conocen de timbas del Scrabble en el bar Queimada) y todo eso recae en el uso de un lenguaje interno. Los más pesados y pedantes salen un poco escaldados. Realmente pasa lo mismo que en todos los gremios: maestros, periodistas, arquitectos o médicos tienen su propio argot y sus temas recurrentes de conversación, muchos de los cuales están directamente relacionados con criticar al compañero de al lado. Pero cuando el argot lo crean los que juegan con las palabras, la cosa se convierte en un festival. Viéndoles me imagino una cena de amigos y tiemblo.

A falta de un cuarto de hora para el límite de tiempo el concurso vive un ligero sobresalto que rompe la monotonía. El concursante número 4, Josep Maria Martí, se levanta de la silla e informa de su retirada. Es uno de los que ha empalmado con las 24 horas de Scrabble y me imagino que debe tener el cerebro fundido después de pasarse horas y horas peleándose con las palabras, primero para crearlas y luego para descubrirlas. ‘Estoy cansado’ es su definición de la situación. Me doy cuenta, y luego lo podré confirmar, que participantes y crucigramistas se conocen entre ellos. De hecho Marc Isern tiene a su padre Joan Josep peleándose con un crucigrama suyo, y Màrius es capaz de contarme que el hombre que acaba de retirarse del concurso es profesor de matemáticas y un gran jugador de Scrabble, ha quedado quinto en la maratón de 24 horas.

Al poco rato suena la alarma del móvil de Màrius y se acaba el reto. Ya han pasado los 60 minutos. Los concursantes se van levantando y buscan los autores del crucigrama para que lo corrijan, como si fueran alumnos al terminar un examen. La escena de los participantes en mesas separadas, en silencio y cada uno enfrentándose solos a un papel podría recordar bastante a una prueba universitaria o de instituto, pero con los alumnos un poco talludos. Los concursantes se juntan para comentar la jugada: la mayoría han resuelto 4 crucigramas enteros más algunas definiciones sueltas. Me entero de que la media habitual para resolver un crucigrama son 15 minutos, y por lo tanto confirmo que el reto era inhumano. Aun así, oigo que Joan Josep Isern, que ha sido mi caballo ganador desde el comienzo (en 15 minutos ya había resuelto dos crucigramas y medio), ha resuelto siete de las ocho rejillas.

 

crucis-3.jpg

 

Se crea un momento cómico cuando todos los crucigramistas están sentados en una fila horizontal de cara a los participantes, cada uno en su mesa corrigiendo su crucigrama. "Está bien tenerlos a todos trabajando para nosotros con la de horas que nos han hacho trabajar ellos a nosotros” dice riéndose Josep Maria, el concursante cansado.

Como todo buen jurado, los autores de los crucigramas se juntan para dar el veredicto. Se hace una cuenta atrás donde todos los concursantes oyen anunciado su nombre y su puntuación hasta que sólo quedan los dos primeros puestos para revelar, y los únicos que no han escuchado su nombre en bona de Màrius Serra, cómodo y habituado al papel de maestro de ceremonias son Josep Maria Martí y Joan Josep Isern. Sería una mentira flagrante decir que hay nervios o tensión en la sala: la verdad es que todos los concursantes hacen cara de cansados, algunos están sentados en las sillar y si están nerviosos lo disimulan muy bien. Llega el momento de la verdad y Màrius anuncia, con un poco de épica, el ganador. Concursante número 4, Josep Maria Martí.

El hombre cansado, el que había abandonado el concurso un cuarto de hora antes del límite de tiempo, acaba proclamándose campeón. Lleva en el DAU des de las 12 de la mañana del sábado, y son las 14:27h del domingo. Ha quedado quinto en las 24 horas de Scrabble y ha ganado al resto de concursantes sin haber dormido y usando 15 minutos menos que ellos. Josep Maria recibe la felicitación de la familia crucigramista. Todos los participantes del concurso se conocen entre ellos y se llaman por su nombre, y el fair play es protagonista absoluto. Pau Vidal le dedica al campeón un cariñoso ‘¡suerte que estabas cansado, puta!’ Antes de que se vaya hacia las cámaras de Vilaweb a responder una breve entrevista.

Esto se acaba. Concursantes y autores intercambian las últimas palabras, se felicitan mutuamente y hasta la próxima. Los crucigramistas discuten cuál puede ser un buen sitio para comer y se sentarán juntos en una mesa en la que auguro una media de 1,5 juegos de palabras por minuto. El festival DAU continuará en marcha hasta el atardecer, y Josep Maria Martí deberá comprar cinco periódicos algún día del 2014, ya que su nombre saldrá en todos los crucigramas, un privilegio digno de su esfuerzo y su falta de sueño.

crucis4.jpg

Texto: Oriol Soler

Fotografías: Francesc Soler y Mercè Pablo

Volver